viernes, 22 de diciembre de 2017

San Cipriano de Cartago: La oración dominical, (23-24)

San Cipriano de Cartago



Obras completas
La oración dominical: el Padre Nuestro
Tomo I. 
Biblioteca de Autores Cristianos.

23)   El Señor añade y enuncia claramente una ley, sometiéndonos a una condición precisa y a una promesa: que debemos pedir que nos sean perdonadas nuestras deudas en la medida que nosotros perdonemos a nuestros deudores, sabiendo que no se puede obtener lo que pedimos para nuestros pecados si nosotros no hacemos lo mismo con los que pecan contra nosotros. Por ello dice en otro lugar: «Con la medida que midáis, se os medirá» (Mt 7,2). Y por ello aquel siervo que no quiso perdonar toda la deuda a su compañero, perdió el perdón que había recibido de su señor (Cf. Mt 18,23ss.) Esta misma regla propone Cristo aún con mayor fuerza y vigor en sus preceptos, dice: «Cuando os pongáis de pie para la oración, perdonad si tenéis algo contra alguno, para que también vuestro Padre, que está en los cielos, os perdone vuestros pecados. Pues si vosotros no perdonáis, tampoco vuestro Padre, que está e los cielos perdonará vuestros pecados » (Mc 11,25-27). No te quedará ninguna excusa en el día del juicio cuando seas juzgado según tu propia sentencia y sufras aquello mismo que tú has hecho a los otros. Dios nos manda vivir en paz en su casa, concordes y unánimes, y quiere que, una vez renacidos, perseveremos en lo que hemos llegado a ser en nuestro segundo nacimiento. Por, nosotros, que hemos comenzado a ser hijos de Dios, permanezcamos en la paz de Dios, y los que tenemos un solo Espíritu, tengamos también una sola alma y un solo corazón. Por ello, Dios no acepta el sacrificio del que vive en discordia, y le manda que se retire para reconciliarse con su hermano (Cf. Mt 5,24), ya que es solo propicio para Dios es nuestra paz y concordia fraternas, un pueblo unido en virtud de la unidad del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
24)   Asimismo, en los sacrificios que ofrecieron Abel y Caín (Cf. Gn 4,3ss.), Dios se fijaba más en el corazón que en las ofrendas, de modo que agradaba más a Dios en su ofrenda aquel que le agradaba también en su corazón. Abel, pacífico y justo, mientras sacrificaba a Dios con inocencia, enseñó también a los demás a que, cuando hacen sus ofrendas en el altar, se acerquen con temor de Dios, con corazón sencillo, con la ley de la justicia y la paz de la concordia. Con razón, aquel hombre que ofrecía a Dios con tal voluntad, se convirtió después él mismo en sacrificio para Dios. De este modo él, que poseía la justificación y la paz del Señor, constituyéndose el primero de los mártires, inició la pasión del Señor con la gloria de su sangre. Tales son aquellos a los que en el día del juicio. Por el contrario, el que siembra la discordia, la división y no está en paz con sus hermanos, según lo que nos atestigua el bienaventurado apóstol y la Sagrada Escritura, aunque muera por el nombre de Cristo no podrá escapar del crimen de dividir a los hermanos, porque está escrito: «El que odia a su hermano es un homicida» (1Jn 3,15) y el homicida no puede entrar en el Reino ni vivir con Dios. No puede estar con Cristo el que prefirió imitar a Judas antes que a Cristo. ¡Qué gran pecado es este que no puede ser lavado por el bautismo de la sangre! ¡Qué gran crimen que no puede ser expiado ni con el martirio!

2 comentarios:

  1. En la oración de Jesús, le pedimos al Señor que nos perdone nuestras deudas, esto es, todos nuestros pecados, porque nos arrepentimos con sincero corazón. Si un alma busca el perdón del Señor, pero no perdona a su prójimo, lo puede pasar muy mal en el momento del juicio.

    Hay quienes dicen; "perdono pero no olvido", hemos de tener en cuenta que el decir que perdona pero que no olvida, verdaderamente no ha perdonado.

    Todos nosotros, es el Señor quien nos da esa fuerza de saber perdonar de corazón, y siempre seguir dando buen ejemplo de cristianos teniendo como modelo a Jesús, que no podemos separarnos de En este mundo tenemos tentaciones, pero aborrecemos con toda nuestra alma cualquier pecado. El pecado siempre roba la paz del corazón. Nos reconocemos pecadores, y por eso, muchas veces al día, rezamos la oración que Jesús nos ha enseñado, y meditar los misterios del santo rosario.

    Todos tenemos la posibilidad de rezar con verdadera devoción la oración de Jesús, por lo que nos llevaría mejor a una vida verdaderamente espiritual, y comprender las cosas no desde nosotros mismos, una medida del hombre viejo que pone barrera al amor de Dios, y sin vida espiritual, es fácil que el alma sea dominada con los engaños de este mundo, del propio yo, del tentador.

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  2. Evangelio:


    Perdonar al hermano (Mt 18,21-35)
    Entonces, se acercó Pedro a preguntarle:

    —Señor, ¿cuántas veces tengo que perdonar a mi hermano cuando peque contra mí? ¿Hasta siete?

    Jesús le respondió:

    —No te digo que hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete. Por eso el Reino de los Cielos viene a ser como un rey que quiso arreglar cuentas con sus siervos. Puesto a hacer cuentas, le presentaron uno que le debía diez mil talentos. Como no podía pagar, el señor mandó que fuese vendido él con su mujer y sus hijos y todo lo que tenía, y que así pagase. Entonces el siervo, se echó a sus pies y le suplicaba: «Ten paciencia conmigo y te pagaré todo». El señor, compadecido de aquel siervo, lo mandó soltar y le perdonó la deuda. Al salir aquel siervo, encontró a uno de sus compañeros que le debía cien denarios y, agarrándole, lo ahogaba y le decía: «Págame lo que me debes». Su compañero, se echó a sus pies y se puso a rogarle: «Ten paciencia conmigo y te pagaré». Pero él no quiso, sino que fue y lo hizo meter en la cárcel, hasta que pagase la deuda. Al ver sus compañeros lo ocurrido, se disgustaron mucho y fueron a contar a su señor lo que había pasado. Entonces su señor lo mandó llamar y le dijo: «Siervo malvado, yo te he perdonado toda la deuda porque me lo has suplicado. ¿No debías tú también tener compasión de tu compañero, como yo la he tenido de ti?» Y su señor, irritado, lo entregó a los verdugos, hasta que pagase toda la deuda. Del mismo modo hará con vosotros mi Padre celestial, si cada uno no perdona de corazón a su hermano.

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